Me hice una pregunta que se sintió como un susurro del alma:
¿Y si la vida, en su infinita sabiduría, lo que está haciendo es evitar que yo haga lo que en el fondo sé que no quiero?
Me detuve en seco. Porque a veces peleo con la vida como si ella no supiera lo que hace. Como si yo tuviera todas las respuestas y ella sólo me pusiera trabas, muros, retrasos. Pero… ¿y si en realidad me está protegiendo? ¿Y si me está ahorrando el desgaste de insistir en algo que no me hace bien, que no deseo de verdad, aunque me lo haya repetido mil veces como una necesidad?
Me di cuenta de que estaba luchando por encontrar la forma de “cerrar un capítulo”. Buscando cómo resolver un tema para dejarlo atrás, como si el cierre tuviera que verse de una forma específica: con una escena, una respuesta, una solución tangible.
Pero… ¿y si el cierre ya está ocurriendo, justo ahora, en este acto de soltar la necesidad de resolver?
Y entonces vino otra pregunta, igual de contundente:
¿De verdad quiero tanto eso?
Me confrontó. Porque cuando me quito la presión de lo que “debería” querer, cuando me permito escuchar mi verdad más callada, esa que vive debajo del ruido, del miedo, de los apegos… a veces la respuesta es otra. A veces lo que quiero es simplemente paz. A veces lo que anhelo no es resolver, sino liberarme del peso de tener que resolverlo todo.
Quizá la vida ya me está diciendo:
“No sigas ahí. No es por ahí. Y en el fondo, tú lo sabes.”
Y si es así, si de verdad lo sé y simplemente no lo quiero aceptar, entonces este momento no es un obstáculo. Es un acto de amor.
Uno que me cuida. Que me guía hacia mí.
Porque quizás la única forma de cerrar el capítulo no sea encontrar la respuesta perfecta, ni la despedida justa, ni la solución clara.
Quizás la única forma de cerrar el capítulo…
es dejar de insistir en escribir el final que yo quería,
y empezar a leer el que la vida y mi alma ya están escribiendo juntas.
Karen Ortiz
¿y si la vida sabe más que yo?
entonces que me arrastre,
que me reviente el pecho con su sabiduría sorda.
me cansé de querer cerrar capítulos con finales bonitos.
a veces el cierre es desgarro sin guion,
ausencia sin ceremonia.
a veces la vida no responde,
porque ya te gritó en silencio:
“esto no es por ahí”.
insistir también es apego.
resolver también puede ser violencia.
y yo he empujado puertas que la vida dejó oxidadas a propósito.
tal vez no es rendición,
es complicidad con el misterio.
tal vez no es fracaso,
es un sí a lo que aún no entiendo.
no quiero seguir queriendo lo que ya se murió en mí.
no quiero seguir escribiendo finales que la vida ya quemó.
quizá el verdadero cierre es este…
dejar de luchar por entender
y comenzar a ser el espacio donde lo nuevo respira.
yo suelto.
yo me dejo romper.
y ni siquiera eso.